Historia de la "Ilustre y Venerable Cofradía del Santo Rosario o de los nobles" de Viveiro
La "Ilustre y venerable Cofradía de Nuestra Señora del Santo Rosario o de los Nobles" de Viveiro es de las más antiguas asociaciones piadosas de la localidad, pionera de la celebración de la Semana Santa. Su fundación está vinculada con el convento de Santo Domingo - Orden de Predicadores o dominicos - que se estableció en Viveiro a finales del siglo XIII. Los dominicos divulgaron la devoción a la Santísima Virgen mediante el rezo del Santo Rosario, cuya fundación se atribuye a Santo Domingo de Guzmán (1170-1221).
Un testimonio de la práctica y popularidad de esta devoción lo tenemos en la Capilla de Doce, en Santa María del Campo de Viveiro, donde hay dos arcosolios datados en 1506(1). En sus cubiertas está esculpido en piedra el testimonio más antiguo de la devoción al Santo Rosario en nuestra ciudad. En uno, cubre el sepulcro la efigie yacente de Lope Alfonso de Gaymonde(2) de cuyas manos cuelga un salterio(3). En el otro, su esposa doña Aldonça Afonso de Cela, tiene un rosario.
Con motivo de la batalla de Lepanto (7-10-1571), que el Papa San Pío V (1566-1572) atribuyó la victoria a la intercesión de la Virgen del Rosario, se divulgó el rezo de esta piadosa plegaria. El Papa Gregorio XIV (1590-1591) estableció, en 1591, que, donde hubiera convento dominico, se funde en él la Cofradía del Santo Rosario. Sobre esa fecha se constituyó en Viveiro la "Ilustre y venerable Cofradía del Santo Rosario o de los nobles" llamada así por la costumbre de asentarse en ella los funcionarios que ejercían oficios públicos en la villa y comarca. A esta Cofradía se unieron todas las de esta advocación que había en Viveiro.
Podemos ordenar la historia de esta Cofradía en dos períodos, relacionados con su sede: Primer período, desde su fundación hasta 1851, tuvo su sede en el convento; Segundo Período, desde 1851 hasta 2002; sede, el templo parroquial de Santa María del Campo. Primer período
La Cofradía tuvo su primera sede en el extinto convento de Santo Domingo, donde disponía de capilla en la que se veneraba la imagen de la Virgen del Rosario donada por el capitán de infantería española don Juan Duttón y Aguiar (1564-1627) y decorada en 1605 por Baltasar García, pintor vecino de Viveiro, reunía cabildo en la sala capitular y paseaba sus procesiones por el claustro.
Sus constituciones, redactadas en dieciocho capítulos, ordenaban los cultos y compromisos de los cofrades, estableciendo como fecha de la fiesta del Rosario el domingo infraoctava del Corpus, celebrándola con solemnes Vísperas a las que acudían los cofrades montados a caballo y vestidos de gala, luciendo vistosos uniformes. Esta institución se hizo cargo de los compromisos que tenían los dominicos de las escenificaciones y procesiones de Semana Santa que eran: "La Vela al Santísimo Sacramento" y el "Sermón de las negaciones de San Pedro" el Jueves Santo; el "Descendimiento", el "Santo Entierro" y "Sermón de la Soledad" el Viernes Santo y el "Encuentro Eucarístico" en la mañana del Domingo de Resurrección. De estos compromisos que se trasmitieron de generación en generación, hoy no se celebran de forma corporativa "La Vela al Santísimo Sacramento" el Jueves Santo y "Sermón de la Soledad" el Viernes Santo.
El "Descendimiento", vulgarmente llamado Desenclavo, desde el siglo XVI hasta 1851, se celebró en el crucero de la iglesia conventual, donde se instalaba un monumental crucifijo articulado, a un lado y otro del Santo Cristo las imágenes articuladas de San Juan y la Dolorosa, y a los pies de la cruz una urna de cristal. Dos frailes, revestidos, subían las escaleras apoyadas en los brazos de la cruz; el Prior, con capa pluvial, recibía el cuerpo de Cristo sujeto por las axilas con un sudario, que bajaban los frailes. Un predicador, desde el púlpito glosaba el misterio de la muerte del Salvador. Acabado el "Descendimiento", se organizaba una procesión por el claustro con el Cristo en la urna, portado por cuatro frailes revestidos, mientras los cofrades, portando hachones, lo acompañaban en dos largas filas, rezando el rosario. En 1687 se produjeron ciertas irreverencias, por lo que a partir de 1687 el "Santo Entierro" desfiló por la calles de la Viveiro a hombros de cuatro cofrades clérigos, revestidos. El "Encuentro eucarístico" es una tradición que heredó la Cofradía de la Soledad, extinta a finales del siglo XVII. Se realizaba, en un principio, en los claustros del monasterio.
Con el tiempo, fue languideciendo la piedad de los cofrades, entre los cuales surgió el desánimo y decayó la asistencia. Sólo se mantuvo la tradición en los compromisos. De 1800 hasta 1851 languideció la vida de la Cofradía; el talante y entrega generosa de algún mayordomo (el presbítero Domingo Lage, fallecido en 1852) y mullidor(Manuel Morales Díaz Tenreiro, fallecido en 1821, padre del que fue rector del Colegio Insigne, Morales Pantoja) mantuvo viva la institución a costa de sus propios recursos. El Convento sufrió dos exclaustraciones. La primera, en el "Trienio Liberal". Por Ley de 25 de octubre de 1820, los frailes fueron desalojados el 14 de julio de 1821. Tan sólo quedaron Fr. José Touriz, Fr. Clemente López y el lego Fr. Domingo Lence. Por Real Decreto de 24 de junio de 1823, fueron restituidos al monasterio el 24 de septiembre de 1823. La segunda exclaustración se realizó el 4 de septiembre de 1835. Los frailes quedaron en Viveiro en casas de feligreses; pero por edicto de 12 de octubre de 1840 se les prohibió usar el hábito y residir en la localidad.
En 1848 la Cofradía redactó nuevas constituciones; la Junta Directiva la presidía el párroco de Santa María de Viveiro, D Joaquín de Soto. Los últimos años en el convento fueron de postración total. Don Ponciano de Arciniega, Vicario de la Diócesis, autorizó el traslado de la Cofradía a la parroquia de Santa María. En 1851, pasó a la parroquia de Santa María del Campo. Ese mismo año el templo conventual fue demolido.
Segundo Período
Desde 1851 hasta 2002, la Cofradía tuvo su sede en el templo parroquial de Santa María del Campo, donde sigue en la actualidad. En los primeros años de esta nueva etapa, de 1851 a 1882, sigue la institución invernando. Don Pedro Casavella Alonso, párroco, en 1882, reunió en la casa rectoral a un grupo de feligreses con objeto de revitalizar la Cofradía. Se nombra Junta Directiva, presidida por él, en la que aparece como contador el presbítero don Manuel Fernández Cao, coadjutor de la parroquia. Don Manuel, sacerdote joven y piadoso, dará a la Cofradía un nuevo impulso.
Con la nueva directiva comenzó a aumentar el número de cofrades y a realizarse actos de culto. Se asumió el compromiso de realizar los sermones tradicionales, el Desenclavo, Santo Entierro, Encuentro Eucarístico, Fiesta y procesión del Corpus y fiesta del Rosario en su fecha actual. Se volvió a cuidar la vida de piedad y la oración; fue el alma de esta etapa de regeneración el coadjutor, don Manuel Fernández Cao.
Don Manuel se preocupó de cuidar la formación religiosa de los cofrades y solemnizar los cultos. Se empezó a celebrar la Novena del Rosario, su festividad y el octavario del Corpus. Se traen eruditos predicadores, hay repique de campanas y los solemnes actos se amenizan con acompañamiento de órgano, tocado por doña Francisca Prieto (Prestó sus servicios entre 1891 y 1898, año en que falleció.). La procesión del Santo Rosario, que se celebra en octubre, la acompaña un bajón y un figle, aunque ignoramos quienes los tañían. La Cofradía dispone de un coro que actúa en las celebraciones litúrgicas y en la procesión del Santo Entierro. La primera banda que acompañó a la procesión del Santo Entierro la dirigió el señor Martínez. A partir de 1880 fue la Banda de Exploradores a cargo de don Juan Latorre Capón.
La nueva Semana Santa
El año de la renovación de la Cofradía y de la nueva Semana Santa fue 1908. En este año se adquirieron nuevos pasos (Cristo Yacente, María al pie de la cruz, Magdalena, San Juan) y mejoró la calidad de las procesiones. Don Manuel Fernández Cao imprimió nuevo estilo que marcó la evolución de la Semana Santa en el siglo XX. Coincidió esta etapa renovadora en la Cofradía con la presencia de otro personaje singular y castizo que sirvió a la Tercera Orden Franciscana, el señor Robustiano. Nuevas cofradías y hermandades aparecieron en los años cuarenta que incorporaron un curioso sistema eléctrico de iluminación. Pasos tallados por los mejores imagineros compostelanos y decorados por José Otero Gorrita, escultor compostelano que estableció su taller en el claustro alto de San Francisco. La Revista Pregón de Semana Santa, artísticos carteles anunciadores, vistosos hábitos, estandartes, insignias, grupos de cornetas y tambores se fueron incorporando a la Semana Santa de Viveiro a lo largo del pasado siglo XX. Todo ello tomó impulso del fervor de un pueblo que no olvidó su condición católica y que, al amparo de la Virgen, sigue la ruta del calvario cada primavera.
La Cofradía hoy
En el año 2002 se redactaron nuevas constituciones, adaptándolas a las disposiciones del vigente Código de Derecho Canónico en las que la Cofradía mantiene sus compromisos. Hoy son más de doscientos cofrades, celebra cultos propios, contribuye a la parroquia con sus limosnas, participa de forma activa en las actividades pastorales y dispone de un rico y amplio patrimonio. Esta es, a grandes rasgos, la pequeña historia de una institución secular que permanece viva en Viveiro gracias al amparo y tutela de la Santísima Virgen que siempre oye a quien la invoca y nunca abandona a sus hijos que la quieren.
Carlos Adrán Goás
(1) ADRÁN GOÁS, Carlos y F. PARDO de CELA, Santiago, "La Capilla de San Gregorio y la de las Angustias, en Santa María del Campo de Viveiro", pág. 19 a 28, en la revista de Semana Santa "Pregón" del año 2003. (2) Lope Afonso de Gueimonde fue regidor (concejal) de Viveiro. La indumentaria con la que aparece vestido en la cubierta del sepulcro, corresponde a sus atributos (bonete, espada, libro y salterio). (3) El salterio es el predecesor del Rosario. Los monjes y frailes, ciegos o que no sabían leer, rezaban en el coro las 150 avemarías, una por cada salmo; de ahí el nombre de Salterio. Luego las 150 avemarías se dividieron en tres grupos de 50 y meditando en cada diez uno de los misterios de: la infancia, pasión y glorificación del Salvador. Cada uno de estos grupos es el Rosario. El papa Juan Pablo II (1978-2005), en 2003, incorporó los misterios "luminosos", cerrando así la contemplación del misterio de Cristo.
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